sábado, 9 de enero de 2010

Qué vergüenza, otra vez los Cuerpos de paz!


Qué vergüenza, otra vez los Cuerpos de paz!

EL NUEVO GRITO DE MUNCH

Palíndroma: “De buitre sale Uribe y la “T “puede ser de tortura.

Por Armando Orozco Tovar


De pronto, en los comienzos de los años sesenta, las ciudades colombinas se llenaron de muchachos y muchachas gringos, presencia que ha sido registrada en obras como, Que viva la música, del escritor caleño Andrés Caicedo: ““¿Ah no? Pero yo conozco a la gente que no le gusta ver tanto gringo, ¿sabe? ¿Muchos hongos?””.

En Bogotá los comenzamos a ver por todas partes en las calles, plazas, parques y avenidas. Ocupaban los cafés, los bares y las cafeterías, que apenas empezaban a aparecer para que las chicas pudieran tomarse un refresco tranquilas. Los inocentes angelitos rubios traían envuelto en celofán el acido de colores, que generosamente ofrecían para enloquecer a nuestros jóvenes sobre todo a los artistas, los que se atrevían a probarlo para buscar nueva inspiración y sensaciones: era el LCD.

El acido gringo ponía a los que lo consumían a oír y ver la hierba crecer. A hablar a los árboles y a las piedras y a percibir el roció de la matinal llovizna, como infinidad de goticas psicodélicas de un arco iris desintegrado. De modo que los Cuerpos de paz se diseminaron por todo el territorio nacional como las diminutas partículas de la alucinante y feérica sustancia y cuando se les preguntaba a los gringuitos: “¿Qué venían a hacer aquí?” Ellos inocentemente respondían con su trabada lengua indescifrable: “Venir a buscar Dios”.

Pero en el fondo sabíamos se trataba de la busca de la Colombia Gold., que por causa del privilegiado clima tropical se daba silvestre por todas partes, sobre todo en la sagrada Sierra nevada indígena de Santa Marta: la mejor, (como el himno nacional), del mundo.

De ese “oro verde”, ya tenían noticias los soldados yanquis en Vietnam, sin la que no hubieran podido ser heroicamente derrotados, (como hoy ocurre en Irak o Afganistán). Trabados hasta la saciedad para no darse cuenta de cómo les caían encima las tropas victoriosas del tío Ho. La fama de tanta traba “heroica”, la venían a buscar los jóvenes norteamericanos ahora al traspatio imperial disfrazados de caritativos niñitos y niñitas pacificadores.

Panda Filandro, un joven y prominente escritor cartagenero, residente en la capital, se enamoró de Pamela, la gringuita más hermosa de la cochada alucinógena en busca de la divinidad dorada y variedad de hongos como los hay en esta región y de otras delicias con la que nos dotó la naturaleza. Como es de presumir al futuro Nobel, a su regreso de los Llanos Orientales, donde se había ido con Pamela (panela) lo dejó votado en la autopista norte , cuando se trepó a un tracto mula, que rauda pasaba por el lugar y que no estaba propiamente conducida por Elvis Presley. Desde entonces el pichón de Gabo no volvió a poner los pies sobre la tierra, convirtiéndose en un verdadero funámbulo fantasma al cual nadie ha visto almorzar en cuarenta años.

Igual le sucedió a Roberto Álvarez, un muchachón de contextura Hemingwayana, cineasta y buen actor, que quedó atrapado para siempre en la telaraña alucinante del acido, vagando por las calles de la ciudad y dándole trompadas como un frustrado boxeador al viento.

Los Cuerpos de paz como monjitas de la caridad, que supuestamente la hacían construyendo escuelas con la tutoría de la secretaría de educación, pero lo que realizaban era el inicio del mercado mundial de la droga, que después nos convertiría con la cocaína (no con la planta de la coca como dice la famosa propaganda radial) en la potencia mundial más sobresaliente del crimen y la corrupción, que pondría a pensar a la oligarquía (unión del capital agrario con el financiero) por tanta oferta y demanda, en el proyecto fundacional de una nueva nación narco paramilitar.

Hoy, se ha dicho, regresan los Cuerpos al país, conjuntamente con la decisión uribista de montar siete bases militares en el territorio colombiano contra el proyecto de unidad de nuestros pueblos, soñado por el Libertador y que hoy después de doscientos años del grito de independencia se intenta realizar por muchos países latinoamericanos entre ellos Venezuela, Ecuador, Nicaragua y Bolivia, fundamentalmente.

Los evangélicos jovencitos cuáqueros de los Cuerpos de paz, regresaran a terminar el mandado imperial comenzado hace cincuenta años con la Alianza para el progreso, que nació como respuesta a las reformas de la Revolución Cubana, por un Kennedy blanco y que ahora los enviará el Kennedy negro, pero de alma más blanca que los “peregrinos” del Mayflower, ese barco que arribó a las costas norteamericanas en 1620, como si fuera un destino manifiesto de la Divina Providencia, a los cuales los indígenas en un primer momento les tendieron la mano solidariamente para que sobrevivieran y que 15 años después el capitán John Mason, los quemó a todos (quinientos de ellos) encerrados en sus ranchos, como pago a esta primera muestra de solidaridad humana.

Seguramente los sofisticados LCD de hoy día, que nos traerán los Cuerpos de paz, pondrán a ver no el desembarco de la nave colonizadora inglesa, sino a las tropas españolas que regresan a pacificarnos desembarcando por el Caribe, para celebrar felices con nosotros los doscientos años, ya no del grito de independencia de 1810, sino del nuevo grito de Munch en nuestra adolorida gargantas.